A SANTA BEATRIZ DE SILVA
Por:
Nabonazar Cogollo Ayala
Purísima
azucena, fragante y generosa
Tu
frente fue una rosa de iridiscente luz.
Tu
rostro fue la tarde, perlada de claveles,
Tus
labios los laureles rosáceos de Jesús.
Tus
voces fueron notas de puras golondrinas,
Plegarias
cantarinas al Dios de tierno amor.
Y
un faro de cariño que irradia por doquiera
Bondades
en la tierra, tu gesto de candor.
Si
un día viniste al mundo de púrpura vestida,
Si
un día quiso la vida tu gloria prodigar.
A
España en su linaje de reyes y princesas
Y
al cetro de grandezas del casto Portugal.
Tu
manto de doncella de nobles ascendientes
Bien
pronto convertiste en nítido capuz.
El
hábito exquisito conserva tu hermosura,
Haciéndote
más pura cual canto hacia la luz.
Un
día la mano indigna del mal que todo daña
Te
encierra con gran saña en tétrico baúl.
La
Madre de los cielos, vestida de fulgores
Te
salva entre candores de nieves y de azul.
Resurges
candorosa, gallarda y rebosante,
Prosigues
adelante en el nombre de Jesús.
Levantas
los cimientos del bien que da la vida
A
Dios, enardecida, con fe en la santa cruz.
Beatriz la santa,
dice, tu nombre de esperanza,
Tu
luz en lontananza nos ha de señalar…
El
bien hacia el hermano, la senda al Evangelio
Que
exhala noble acento con voz crepuscular.
¡A
ti, Beatriz de Silva, jazmín de las alturas!
Mi
lira siempre impura te ofrenda su canción…
¡Mientras
tu mano otorga caudales infinitos,
De amor a Jesucristo, con puro corazón!
Madrid
(Cundinamarca)
Marzo
de 2006
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